Esta semana se dieron a conocer los trabajos nominados a los Premios Goya. No hubo muchas sorpresas porque, como en ediciones anteriores, da la impresión de que en este país es poca la gente que se dedica al cine o de que siempre es la misma gente (dicho esto desde el respeto por el trabajo que realiza el sector audiovisual en toda su dimensión y su crisis evidente por la pandemia); un tema que abordaremos en otro momento.
Si Goya levantara la cabeza, se sorprendería de ver cómo la denuncia social a través del arte, a diferencia de sus cuadros de majas, es hoy audiovisual y refleja de forma crítica lo grotesco de una sociedad que parece mirar para otro lado cuando se habla del sistema prostitucional.
Nosotras, las mujeres, aunque Goya no levante la cabeza, vemos con alegría el corto documental Biografía del cadáver de una mujer, de Mabel Lozano, que sí podría levantar la cabeza del colosal pintor —el llamado cabezón— en la famosa noche que lleva su nombre.
El cabezón ayudará, aunque no añada gran cosa a la carrera de alguien que ya ha demostrado saber llevar a la literatura y a las pantallas —tanto del cine como de nuestras casas— la situación de las mujeres y niñas que son prostituidas en todo el mundo.
Y es que con este trabajo Mabel nos acerca a varios temas que necesitan airearse a los cuatro vientos. Sin duda, un Goya lo hará más visible. Así que desde aquí nuestro agradecimiento a la Academia por este reconocimiento.
El trabajo de Mabel plantea preguntas esenciales que parecemos no querer enfrentar como sociedad: ¿Cuál es la situación de las mujeres que son traficadas por las mafias de la explotación sexual? ¿Qué pasa con ellas cuando logran salir de ese infierno? Y, lo más grave, ¿qué pasa cuando no son protegidas por el Estado, como su situación lo requiere?
Biografía del cadáver de una mujer cuenta la historia de Yamilet Giraldo, una mujer colombiana que fue prostituida en un club de Irún del que logró escapar y luego denunciar a sus explotadores. Pasado un tiempo, fue asesinada por unos sicarios delante de su hijo, en el pueblo de Navarra donde se encontraba, con el agravante de ser una testigo protegida.
Gracias al testimonio de Yamilet, consiguieron meter en la cárcel al proxeneta que se lucró de explotarla sexualmente. Sin embargo, el prostíbulo donde vendían el cuerpo de Yamilet y los de otras tantas mujeres siguió funcionando con total normalidad; tanto que de allí mismo salió el dinero con el cual se pagó a los sicarios que la asesinarían más tarde.
Pero, ¿cómo puede ser posible esto? Pues, además de por los fallos evidentes de los programas de protección de testigos, es gracias a que existe una laguna en el Código Penal en relación a la explotación sexual de las mujeres en locales públicos, eso que tanto escuchamos mencionar como la «tercería locativa».
Pero, ¿qué es la tercería locativa?
La tercería locativa es un concepto jurídico del que se habla en sentencias y numerosos estudios y manuales, pero que está ausente en el Código Penal español de forma explícita. Se entiende legalmente este concepto como «el lugar que se proporciona para la realización de las actividades sexuales de una persona prostituida.».
Es decir, se refiere al hecho de alquilar una habitación o lugar de acceso público para el ejercicio de la prostitución. Por ejemplo, las habitaciones de los prostíbulos que vemos con sus lucecitas de neón por las carreteras o aquellos lugares disfrazados de sitios exclusivos u otros muy clandestinos, pero que cualquiera que pase por allí sabe lo que esconden. Aunque estén en el Paseo de la Castellana, donde por cierto existen en abundancia.
Es importante considerar las puntualizaciones que María Ángeles Jaime, presidenta de la Asociación de Mujeres Juristas Themis, realizaba para un artículo de la periodista Sara Montero sobre la penalización de esta figura: «La tercería locativa: ¿el primer paso para desmantelar la industria de la prostitución?».
«La tercería locativa estaba en el anterior Código Penal para dar cumplimiento a las obligaciones internacionales de España, en concreto al Convenio para la represión de la trata de personas y de la explotación de la prostitución ajena, firmado en 1949″.
Así pues, la existencia hoy de esos espacios, señoras y señores, no es delito, debido a una modificación efectuada en el Código Penal en el año 2015, siendo ministro de justicia el señor Ruiz-Gallardón.
Entonces, ¿qué hacemos para solucionarlo? Es importante aclarar que el proxenetismo sí esta penado en nuestro Código Penal. Es decir, es un delito lucrarse de la explotación sexual de cualquier persona. ¿Pero acaso lucrarse del alquiler del espacio donde se prostituye a una persona no es recibir lucro?
Y, ojo aquí, que simplemente estamos hablando de la cooperación necesaria con el proxeneta. No estamos entrando a señalar la situación tan denunciada en cientos de estos lugares, donde las mafias del tráfico de personas hacen su negocio.
¿Qué se puede hacer para que esta situación no continúe así?
Necesitamos una Ley integral contra la trata que cuente con una serie de medidas para su atención y prevención, estrategias para su persecución y, por supuesto, con los recursos necesarios para que se lleve a cabo de manera eficaz, teniendo en cuenta las necesidades expuestas por las entidades que trabajan en la recuperación e inserción de las mujeres rescatadas de las mafias, como APRAMP.
Ahora bien, estamos entrando en 2021 y cualquiera que haya vivido de manera consciente el año 2020 sabe que estamos frente a una crisis global debido a la pandemia del covid-19. Tenemos claro que la tarea del Gobierno será ardua para sacar adelante a todos los sectores afectados, unos más que otros, eso está claro, pero sabemos que los requerimientos económicos serán cuantiosos y habrá que dar respuesta a todos.
Pero, ¿y si empezamos por una medida que no requiere de una inversión económica inmediata? Como la vuelta a la penalización de esa tercería locativa.
Con ello tocaríamos uno de los puntos neurálgicos de estas mafias, que ya no tendrían la cobertura legal necesaria para facilitar esos espacios donde se ejerce la explotación de sus víctimas y lucrarse de ello. Y eso sería parte del comienzo del trabajo necesario para la erradicación de esta forma de violencia.
A las víctimas de la trata se les violan sus derechos humanos de diversas maneras. Son violentadas, privadas de su libertad, silenciadas, asesinadas e invisibilizadas, pero sus familias también sufren una parte importante de esta violencia y, como expone Biografía del cadáver de una mujer, muchos de esos hijos e hijas difícilmente recuperan sus vidas después de las experiencias vividas.
Por esto, para mí —y estoy segura que para muchas de nosotras—, Mabel Lozano ha ganado más que el Goya, el agradecimiento y el respeto de muchas de las mujeres que conocen su trabajo y que, de una u otra forma, agradecen que se les dé voz.
Publicado originalmente en Público, el 21 de enero de 2.021.