Lo primero y fundamental, definirnos en qué es…
El término sororidad “se refiere a la hermandad entre mujeres con respecto a las cuestiones sociales de género. Sororidad es un término derivado del latín `soror´ que significa hermana” o como lo incluyó la RAE el pasado diciembre “agrupación que se forma por la amistad y reciprocidad entre mujeres que comparten el mismo ideal y trabajan por alcanzar un mismo objetivo.”
Deriva su significado de la necesidad de crear una hermandad entre mujeres; mujeres que se entiendan como iguales y que puedan aliarse para compartir sus vivencias y especialmente transformar sus realidades puesto que todas, de diversas maneras, vivimos las desigualdades del sistema patriarcal.
Al ser un término que cada día se hace más popular entre las mujeres con conciencia de su género y de la necesidad de apoyarnos las unas a las otras, creando estrategias de colaboración y sinergias, pues vamos entendiendo que el individualismo no facilita las luchas conjuntas y que hermanadas siempre seremos más fuertes.
Así mismo, nos permite expresar con claridad la necesidad de romper con los mitos que mantenían a las mujeres enfrentadas entre sí, como si tuviésemos que vivir en una constante competencia con las demás y por el contrario refuerza la idea de que las mujeres somos iguales en una situación de desventaja ante los varones socialmente construida.
Para entender el concepto, es fundamental entender el contexto sobre el cual se desarrolla, y este tiene que ver con la discriminación y el sexismo histórico existentes durante milenios a través de lo que desde la teoría feminista se ha definido como patriarcado.
Fue la antropóloga Marcela Lagarde quien acuñó el término y basada en el concepto de la “sisterhood”, le aterriza en la realidad de Latinoamérica, particularmente en el entorno político, donde a pesar de intentar trabajar de manera conjunta y unificada, las mujeres se encontraban con una serie de conflictos irreconciliables y malos entendidos, con unas estrategias de gestión muy patriarcales y en ocasiones hasta violentas.
Pero cuidado hermanas, es necesario no llamarnos a engaños; las mujeres formamos parte de la misma sociedad que alimenta una competitividad poco sana, donde las envidias y la necesidad de protagonismos nos suele jugar malas pasadas. Lo cual dificulta en muchas ocasiones la utilización de esta estrategia de trabajo.
Es entonces cuando la necesidad de generar relaciones de cuidado, respeto y buen trato, nos conduce a la tarea de repensarnos y plantear nuevas formas de relacionarse y apoyarse.
“Desde entonces he procurado encontrar ese entendimiento que nos permite relacionarnos y colaborar, para lo cual es necesario crear buenas relaciones, crear un ambiente positivo, intentar que seamos comprensivas… Pretendiendo encontrar un nombre a estas pequeñas acciones que nos permiten caminar juntas me acordé de aquella palabra que en su día leí, “sister Hood” que quiere decir “una relación entre mujeres”. En español resultó ser sororidad, que viene del latín sor, que quiere decir hermanas, y dad, que es una relación entre mujeres que se reconocen como hermanas. Entonces pensé que el término era muy simbólico. Hermanas porque compartimos un género, somos hermanas de género, con nuestros conflictos, claro que sí.”
La propia Marcela Lagarde la define como la expresión de una “voluntad por generar confianza entre nosotras” aunque en las diferencias y/o discrepancias, se aboga por llevar el debate desde el respeto y la confianza que generamos entre nosotras.
Pero, ¿para qué nos sirve?
Como ya hemos mencionado previamente, la sororidad además de ayudarnos a mejorar las formas de relacionarnos entre nosotras, nos permite romper con el falso mito de “la eterna enemistad” entre mujeres.
No olvidemos que las diferentes narrativas con las que fuimos socializadas, nos mantuvieron durante siglos en esa idea. El cine, las novelas y los cuentos infantiles han descrito tradicionalmente las relaciones entre nosotras en el paradigma de enemistad. La suegra mala, la madrastra o hermanastras malvadas, la ex novia/esposa de tu actual pareja, la jefa despiadada o inconsciente, todos son estereotipos que durante mucho tiempo han mantenido la idea de no poder convivir con objetivos comunes, el más necesario de todos: una vida libre de violencias para todas las mujeres y niñas en el mundo.
A diferencia de la solidaridad que “se refiere al sentimiento y la actitud de unidad basada en metas o intereses comunes” y que incita a ayudar sin esperar una retribución a cambio, la sororidad busca modificar las relaciones entre las mujeres, dotándolas de confianza, fidelidad, apoyo y empatía, pero sobre todo de reconocimiento entre las iguales y diversas, para transformar este mundo en un lugar diferente.
Pero vamos a ser precisas, cuando hablamos de sororidad no estamos hablando una de una nueva tendencia del “hipismo moderno” o flowerpower.
Sin duda alguna, abogamos por nuevas formas de relacionarnos entre nosotras, pero al igual que defendemos que lo personal es político como argumentó Kate Millet, debemos entender que la sororidad es una herramienta política que tiende a facilitar el camino de las mujeres que trabajamos por unos objetivos comunes.
También es necesario tener presente que la sororidad no significa que debamos consentir y/o aplaudir todos aquellos comportamientos de las mujeres por el hecho de serlo o que ahora todas debamos ser las mejores amigas o que hablemos simplemente de un concepto emocional o sentimental, pues estaríamos marcando su fin. La sororidad no implica una lealtad desmedida ni una incondicionalidad a cualquier coste.
Es lo que podríamos definir como “una política de pactos entre las mujeres”.
Hablamos de crear otras formas de compartir espacios, que podamos admirarnos de manera libre pero también de criticarnos conscientemente siempre de manera constructiva y revisando nuestros apoyos a otras mujeres, especialmente en los entornos políticos y sociales.
En la cotidianidad nos facilita la construcción y el sostenimiento de redes de mujeres donde podamos compartir información, plantearnos problemáticas comunes y brindarnos apoyo emocional, psicológico y logístico cuando sea necesario, y así logrando dar un portazo a los mecanismos con los que el patriarcado nos ha socializado en el dogmatismo, la manipulación o el chantaje emocional.
La sororidad se refiere a “una dimensión ética, política y práctica del feminismo contemporáneo. Es una experiencia de las mujeres que conduce a la búsqueda de relaciones positivas y a la alianza existencial y política, cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres, para contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas las formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y al empoderamiento vital de cada mujer” en palabras de la propia Marcela Lagarde.
Escrito para el blog: Mujeres en Lucha