Sigo sin entender los ciclos del periodismo. Estoy cansada de sentir el macabro dejá vù de despertar con la noticia de otro asesinato machista narrado irresponsablemente. Parece que cuando hemos avanzado un poco concienciando a los medios sobre la importancia de hablar con precisión; algo les remueve y vuelven atrás —como si el periodismo no tuviese memoria.
Mientras tanto, la violencia machista, ejercida a manos de asesinos, se sigue llevando por delante la vida de mujeres y niñas. Y no es por falta de leyes, sino de ganas, interés y recursos. Se trata de la ausencia de voluntad política de quienes deben actuar para cambiar esto y la dejadez de unos medios de comunicación que parecen, demasiadas veces, ignorar el problema.
Me convenzo, a mi pesar, de que el periodismo retrocede y se retrae frente a una violencia machista que sí parece imponerse impunemente. Un cuarto poder que olvida que sus titulares son fundamentales para la sensibilización de la ciudadanía que les escucha y lee.
El lenguaje construye, lo sabemos y escuchamos por activa y por pasiva. Tenemos magníficos decálogos y manuales sobre buenas prácticas en materia informativa, y en concreto sobre cómo comunicar cuando se habla de la violencia ejercida contra las mujeres y niñas. Si tan sólo los pusiésemos en práctica de forma consistente, sin retrocesos, conseguiríamos que está carrera por la erradicación de la violencia machista tuviese menos obstáculos.
Pero no es así. Parece que cuando casi habíamos conseguido que muchos medios se dieran cuenta de que estas mujeres son asesinadas y no muertas —que la diferencia en el titular marca la diferencia— nos encontramos de nuevo con titulares que aún viven en los tiempos de los crímenes pasionales y la violencia doméstica. No podemos seguir retrocediendo así.
Parecemos no darnos cuenta de que un retroceso en esta materia no es un descuido inocente. Se trata de un paso atrás que cuesta vidas. Si desde el primer momento nombramos las cosas como son y empezamos a generar esa empatía que necesitamos para poner freno a la situación; por favor, no volvamos atrás.
Mientras tanto, detrás de una información imprecisa, seguimos viendo cómo el asesino, agresor o como le quieran llamar, con su presunción de inocencia y todas las arandelas, se perfila como una figura difusa, como si el asesinato hubiese sucedido sin ninguna mano responsable que lo ejecutase.
Al no poner el acento en el asesinato y quien lo perpetra y al obviar la magnitud de este tipo de terrorismo, se crea un vacío informativo importante. Pero lo más grave es que esta falta de información impide que la ciudadanía entienda la gravedad de lo que pasa aquí y señale las verdaderas causas y a los responsables de los asesinatos de mujeres por razón de su género.
A estas alturas de la historia, desconocer la necesidad de informar de manera clara sobre la violencia de género, teniendo en cuenta que los medios construyen el imaginario colectivo, afecta a la construcción de una sociedad igualitaria pero sobre todo, sigue contándonos la vida.
Por ello, no incorporar la perspectiva de género en la narrativa informativa y en los titulares de estos asesinatos y las violencias que nos siguen asaltando día a día, es de necios.
Por lo menos, señores periodistas, no olviden lo aprendido. Recuerden cuando escriban su titular que no morimos; nos asesinan. Y sí, aunque debamos respetar la presunción de inocencia, es necesario contar lo que sucede con claridad, pues la sociedad no puede seguir mirando hacia otro lado, como si la vida de todas estas mujeres desaparecieran por arte de magia.
Acabemos con el ciclo de la desmemoria editorial y tengamos siempre presente las buenas prácticas. Incorporemos de una vez la perspectiva de género en nuestras redacciones.
Recuerden cada día, con cada nuevo asesinato de una mujer, que esta violencia sistémica tiene un nombre. Se llama machista y o la nombramos y señalamos con claridad a los machistas que la ejercen o nos seguirán asesinando.
Artículo publicado originalmente el 27 de junio de 2017, en el Huffington Post