Pasan los días y las reacciones en pro y contra del certamen de las Misses en Perú sigue levantando polémica. El escenario real, como bien sabemos todas, es la pasarela que el sistema patriarcal dicta para que desfile la belleza femenina.
Barbijaputa de manera muy acertada, señalaba en su artículo Miss Perú: las herramientas del amo no destruirán la casa del amoque no había «nada más rancio, machista y misógino que un concurso donde se mide la belleza de las mujeres según el canon del país y el siglo en el que estén» y es que como bien dice, a estas alturas de la historia, no se puede poner en duda la misoginia de estos eventos.
La ‘catalogación de la belleza de las mujeres’ es uno de los elementos que perpetúan las distintas formas de violencia contra mujeres y niñas en todo el mundo
Es precisamente esta «catalogación de la belleza de las mujeres» uno de los elementos perpetuadores de las distintas formas de violencia que mujeres y niñas sufren a diario en todo el mundo. Insisto, si hay algo verdaderamente global es el machismo y la capacidad del sistema patriarcal para según el espacio y momento histórico, intentar someter a las mujeres a su control y dominio.
Así mismo, Yolanda Domínguez en su artículo El timo de las «misses activistas»señalaba un aspecto que sin duda no podemos dejar de revisar: se trata de un lavado de cara para un evento que se lucra de la cosificación de las mujeres. «Lo que ha hecho este concurso se llama escurrir el bulto, mirar para otro lado, o lo que es peor: aprovecharse del sufrimiento de las mujeres para ganar audiencia. Algunos dirán que es una exitosa estrategia de marketing, yo lo llamo falta de honestidad.»
Que estos señores que, manteniendo este modelo de concurso, pongan en su guión una reivindicación como esta, suena cuanto menos sospechoso. Lo transgresor sería que las candidatas hubiesen cuestionado cómo el dichoso certamen las utiliza para alimentar el sistema patriarcal, o como plantea Yolanda, que pusiera el foco en los hombres que abusan de ellas.
Este tipo de eventos, en el contexto latinoamericano, siguen teniendo una difusión bastante más amplia de lo que en Europa se mantiene
También he podido leer a compañeras defender la acción como una reivindicación de la toma de espacios por parte de los mensajes feministas; me gusto la forma en que María Sahuquillo en su artículo Guerrilla feminista en un concurso machista lo definió como una incursión de «guerrilla feminista» infiltrándose en uno de los espacios menos esperados; también me pareció necesaria la defensa que hacía Alicia Murillo en su blog de observar y escuchar a las compañeras peruanas, que hacían un análisis de lo sucedido allí, pues ellas conocen su contexto.
Tuve la oportunidad de comentar este tema con Liz Ivett Melendez, Directora Ejecutiva del Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán, quien coincide con la gran mayoría de los análisis que califican estos certámenes como «espacios que dan la espalda a las desigualdades de géneros y a la situación de violencia que viven las mujeres; independientemente que no aplaudamos estos concursos por ser cosificadores de las mujeres, perpetuando roles y estereotipos, y no solo de género, sino también de raza y de clase», ella afirma que «aunque parezca una contradicción, todos los espacios, si son visibles a la prensa y a la opinión pública, son importantes para conseguir dar visibilidad a estos datos sobre las distintas formas de violencia contra las mujeres y niñas en nuestro país.»
Es importante tener en cuenta que este tipo de eventos, en el contexto latinoamericano, siguen teniendo una difusión bastante más amplia de lo que en Europa se mantiene, lo cual nos debe llevar a entender que el público que tienen es bastante diverso.
Aún recuerdo que cuando era pequeña, en mi país, se quedaba en familia para ver el citado evento y al día siguiente era el tema de conversación en los recreos en el colegio. ¿Os imagináis a un grupo de niñas comentando sobre los datos de las violencias que sufren las mujeres? ¿Qué hubiese pasado si algunas de las que en algún momento sufrimos violencia de género, hubiésemos escuchado esto a tan corta edad?.
Si una sola de esas hermanas mías, hermanas nuestras, se sintió nombrada ese día, ha valido la pena.
De esto ya han pasado muchos años y seguramente ya no sea tan normal tanta difusión en algunos sectores, primero porque la sociedad ya cuestiona la legitimidad de estos certámenes como ‘dictadores’ de belleza, lo cual me parece maravilloso, pues eso es una muestra de que el trabajo feminista hace brechas en el entramado patriarcal.
Sin embargo, conociendo la realidad de mi América del Sur, esa de la que no puedo, ni quiero desconectarme, sabemos que la transmisión de estos eventos es seguida por millones mujeres. A muchas de ellas no les llegan los artículos, disertaciones, libros y/o conferencias feministas, por la imposibilidad de sus días o sencillamente porque no saben leer o no tienen acceso a internet. Es por ello que prefiero pensar que ese día, viendo a aquellas mujeres hablar de datos y cifras de las cuales posiblemente ellas formen parte, porque son violentadas, acosadas, perseguidas, pudieran sentirse identificadas.
También pienso en aquellas chicas que Mabel Lozano nos trae en sus documentales, que están en un prostíbulo en la ribera de un río o en medio de una carretera y que no leen los diarios, porque su realidad es tan dura que no quieren enterarse de nada más. Con todo ello, me gustaría creer que aquel día sintieron que alguien las mencionaba cuando se habló de las cifras de la trata con fines de explotación sexual.
Visibilidad sí, aunque haya quien no quiera verlo. Para mi hubo acompañamiento, porque si una sola de esas hermanas mías, hermanas nuestras, se sintió nombrada ese día, ha valido la pena.
Publicado originalmente en El Huffington Post, el 15 de noviembre de 2017.