Llevo días rondando la pregunta de si ésta es la Europa que queremos… ¡y desde luego, no lo es! Estos últimos días -que bien podemos decir, semanas y meses y hasta años- esta Europa que conocemos, que tiene un pasado histórico tan particular, parece negarse a recordar lo que ha sido, lo que ha vivido y todo lo que eso significa, no solo en su historia, sino en la de su entorno, ese entorno cercano y también el lejano.
Ésta Europa, que fue cuna de grandes transformaciones, de grandes reivindicaciones que, en muchos casos, llegaron a trascender sus fronteras geográficas, parece empeñada en seguir su marcha atrás, desconociendo así todo lo que esto significa y desgraciadamente también para ese entorno con el que se relaciona.
Cada día nos sorprenden noticias cargadas de altas dosis de xenofobia, misoginia, homofobia, intolerancia, de discursos llenos de una insana palabrería escenificada desde el odio y desde una clara falta de humanidad, olvidando así que fue en éstas tierras donde (y desafortunadamente por previos hechos) se habló de los Derechos de los Humanos y las Humanas, donde se puso en claro la necesidad de generar normas y políticas -que una vez más trascendieran las fronteras- que pararan este desangre de la humanidad, en cuerpo y conciencia.
Ahora bien, ¿realmente queremos una Europa que cierre sus fronteras y en la que se hable de la muerte de 15 personas como “sucesos aislados e irrelevantes” y que además nadie asuma la responsabilidad por ello?
¿Queremos una Europa que sigue generando convenios ‘comerciales’ transfronterizos, en los cuales no asume ninguna responsabilidad por lo que éstos convenios ocasionen en los países con los cuales se negocia, con consecuencias en muchas ocasiones indescriptibles desde la sensatez humana, mermando así las posibilidades de vivir con dignidad y una mínima calidad de vida para su ciudadanía y se ocasione así este tan criminalizado fenómeno migratorio?
¿Preferimos ésta Europa donde los derechos de las mujeres, esos que hemos tardado años y muchas luchas en conseguir que sean reconocidos, se ven vilipendiados y recortados por la imposición de grupos y personas que prefieren (y nos imponen) vivir en un modelo patriarcal, que legisla sobre la vida y las decisiones de las mujeres, desconociendo que ello sigue retrasando el avance a una sociedad más ecuánime, justa e igualitaria y donde nuestras vidas se ponen en riesgo por la posibilidad de tener que acceder a abortos inseguros o porque la violencia contra nosotras no se detenga de manera contundente?
¿Sirve de algo una Europa que parece ciega, sorda y muda cuando miles de personas son asesinadas en Siria en una guerra, que estratégicamente controlada, parece solo importar cuando hay intereses económicos que nos atañen? …y esto solo por hablar del asunto sirio, por que si seguimos, el listado es largo y mucho.
¿Deseamos vivir en una Europa donde lo que prime sea el ‘dios dinero’ y los mandatos de quienes engordan sus bolsillos a costa de las personas, además de imponernos sus políticas dogmáticas, inhumanas, llenas de fanatismos y de grandes privilegios para algunxs? ¿Donde el consumismo irresponsable sea el mandato diario, da igual que tengas o no que llevarte a la boca? ¿Donde el individualismo gana territorio de una manera avasalladora por sobre la solidaridad y la fraternidad?
Se suele decir que ante estas situaciones, poco podemos hacer y nada más alejado de la realidad; y justo ahora cuando se acercan las elecciones europeas, esas que se solían menospreciar por que erróneamente se entendían como tan lejanas o como el medio para legitimar esa Europa que hoy se transforma a pasos agigantados; pero que al parecer la ciudadanía esta entendiendo como algo que nos implica, sí, porque es allí donde se están tomando las decisiones que nos afectan o benefician.
No descubro nada nuevo cuando digo que la derecha más retrograda y recalcitrante se esta adentrando y sin caretas, en esos órganos de decisión de las políticas europeas y solo participando de manera activa, podremos ponerles freno; esto se trata de asumir que sí importa participar, que no es solo cada cierto tiempo votando, sino involucrándonos en procesos de participación democrática y de transformación de nuestras sociedades. Recuperando la inteligencia colectiva, esa que en algún momento nos permitió poner freno a ciertos desmanes, que se quieren volver a desatar hoy y utilizando la memoria histórica como herramienta para no repetir los errores del pasado.
Tenemos dos opciones: o seguir viendo y sufriendo como público espectador cómo Europa se sube en un tren de vuelta al pasado o cambiar el panorama asumiendo nuestro papel como ciudadanas y ciudadanos que queremos una Europa justa, igualitaria, respetuosa y solidaria con su entorno y con los Derechos de las Humanas y los Humanos.