A día de hoy, para nadie es un secreto que la cobertura que los medios de comunicación hicieron de los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro fue una clara muestra de sexismo, cosificación y machismo de primer nivel.
A pesar de las duras críticas que iban apareciendo en las redes sociales, incluso por colegas de su propia profesión, la tónica informativa no cambiaba.
Lo primero que vimos fue todo un despliegue de fotos de las deportistas como si se tratara de una pasarela de verano, donde la cosificación fue la regla. «Las muñecas suecas», los listados de «buenorras» y toda una serie de calificativos, que estoy segura, algunos tuvieron que buscar en el diccionario. Parecían olvidar que hablaban de deportistas que cuidan su cuerpo, no precisamente por una cuestión estética, y sí, de la misma manera que lo hacen sus compañeros deportistas, pero claro está, los suecos no eran «muñecos» para mostrar.
En la medida en que las competiciones avanzaban y las deportistas empezaron a demostrar su poderío, empezó la otra parte del machismo mediático; a hablar de los hombres que hay detrás de cada una de ellas. Titulares como «La esposa del defensa de los Bears» o «El hombre que está detrás del oro de…» eran el patrón a seguir para escribir sobre esas mujeres que estaban allí, ganando sus medallas, gracias a su trabajo, compromiso y esfuerzo.
El problema, señoras y señores, es que esto no es una novedad. Esto lo vemos a diario en todos los ámbitos de la comunicación. Sí, a diario.
Ver los titulares sobre las proezas de los deportistas en tipografías grandes era la norma, daba igual que una deportista hiciera lo mismo en la misma práctica, ella siempre aparecía en letra más discreta, como si al resaltar sus logros se menoscabase su condición de mujer. Otro recurso estilístico utilizado fue traer a colación a otro deportista (da igual el motivo) en un titular dedicado a ellas.
El problema, señoras y señores, es que esto no es una novedad. Esto lo vemos a diario en todos los ámbitos de la comunicación. Sí, a diario. En la política, en la economía, en la cultura, en la salud y así sucesivamente, y somos muchas personas a diario denunciando esta situación.
La comunicación y las formas que está utiliza determinan la forma en la cual la sociedad construye sus imaginarios y este ejemplo de lo que vivimos con los JJOO de Río 2016 es solo una muestra de lo que nos rodea a diario. Pero la sociedad reacciona, y lo hemos podido ver en las respuestas al derroche de machismo en los medios.
La comunicación necesita una mirada que parta de la igualdad. Es preciso erradicar del manual de estilo existente los giros, expresiones, pero sobre todo la intencionalidad machista, que olvida que las mujeres somos también deportistas, políticas, economistas, agentes fundamentales de la cultura, la salud y de todos los ámbitos de nuestra sociedad.
Es esencial incorporar una comunicación con perspectiva de género que cree nuevas estrategias para narrar la realidad. Quienes trabajan en ella no pueden seguir haciendo oídos sordos; o incluyen la perspectiva de género en su quehacer o seguirán recibiendo la reprobación social y su rechazo.
Artículo publicado originalmente en El HuffPost.