Las elecciones en Estados Unidos nos han dejado tres lecciones importantes sobre la igualdad de género y el papel de las mujeres en la política contemporánea.
En primer lugar, siendo lo más extremo y grosero, hemos asistido incrédulas a la utilización de un lenguaje y argumentario machista como eje articulador de la campaña de Trump. Un tema que ha sido glosado suficientemente en medios y redes al haberse convertido en la desviación más extrema del principio de igualdad en Occidente desde la firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Lo que queremos destacar, además de nuestro rechazo directo a la exaltación de la violencia machista y la denigración de las mujeres, utilizadas por el presidente electo y nuestra exigencia para que se tomen medidas legales al respecto, es el hecho de que su oponente fuera precisamente una mujer. Entendemos que la igualdad de género debería ser una línea roja muy clara y su traspaso tendría que ser perseguible de oficio por la fiscalía.
En segundo lugar, el debate postelectoral en el entorno demócrata más progresista se coló un argumento digno del neomachismo más sofisticado. Justificándose, entre otros argumentos de mayor peso político, la supuesta preferencia del votante estadounidense por los candidatos masculinos, se señalaba el error de haber elegido a la candidata Clinton en lugar del candidato Sanders como representante en la contienda electoral.
Para nosotras sacrificar la igualdad de género de forma utilitarista en una elecciones es inaceptable. Nos queda aún un camino muy largo para reducir la brecha de género en las candidaturas políticas y cualquier paso atrás es un golpe irrecuperable en el avance hacia una sociedad igualitaria.
En tercer y último lugar nos hemos encontrado en esta campaña con unos medios y analistas políticos que hasta esta misma mañana no han sabido estar a la altura de un principio político que debería estar consagrado universalmente: «¡Sin mujeres no hay democracia!».
Nosotras representamos el 51% del electorado y deberíamos igualmente estar representadas como candidatas.
Desde esta posición exigimos que nuestros derechos no sólo se protejan de forma más eficiente y efectiva, sino que se consagren transversalmente en todas y cada una de las manifestaciones de la vida política a nivel universal.
Desde la elaboración de los programas políticos a la elección de las candidatas, pasando por una campaña de comunicación elaborada con perspectiva de género, el principio de igualdad ha de ser el eje vertebrador democrático en una sociedad igualitaria.
Es verdad que estas elecciones han sido un espectáculo bochornoso para las mujeres de todo el mundo, pero no es menos cierto que no podemos olvidar lo que ha ocurrido, hacer un análisis realista de la situación y así aprender de estas tres lecciones a la americana, por eso de que aunque no se escarmienta en cabeza ajena, nos preparemos para no cometer los mismos errores de nuevo y si no reciben el mensaje, quienes se llaman «entendidos en la materia», entonces no habrán entendido nada.
Artículo publicado originalmente en ElDiario.es