Llevo días sin escribir y por supuesto no es por falta de tema, por que con los tiempos que corren, esto es lo que más abunda, sino porque al ser tantos y tan variados, llegan, se analizan y dan paso a otros, así que solo cuando alguno se me queda dando vueltas por mucho tiempo, me pongo en la labor de organizar ideas y escribirlas. De todas formas el tema que me trae hoy, no es nada nuevo, de hecho me permitiré ir citando algunos artículos previos escritos sobre el mismo, pero me gustaría dar mi análisis personal de esté.
Leyendo la noticia sobre el despido de dos participantes de la conferencia de desarrolladores de PyCon, uno de ellos por hacer una ‘broma’ sexista y la otra persona que al denunciarlo en Twitter (según argumentó su empresa) habría ocasionado una basta respuesta que generaba división entre las personas de su entorno. La noticia terminaba su primer párrafo con la frase “Esta es la historia de un chiste desafortunado y una reacción desproporcionada. Bienvenidos a la era digital.”
Para muchas personas, la reacción de Adria Richards fue ‘desmedida’, para otras la reacción de la empresa fue desmedida, total si el chico ya se había disculpado “con eso bastaba” decía alguien que comentaba la noticia en las redes sociales. Acto seguido podemos encontrar todo un derroche de afirmaciones, en donde se nos pone a la mujeres –y en especial a las que nos reconocemos feministas- como unas histéricas que no somos capaces de “aguantar un chiste” y que aprovechamos cualquier desliz, para imponernos generando “todo un entorno contrario a lo que se defiende, haciendo en ocasiones más difícil la vida de las mujeres”. Sólo con darse un breve paseo por los comentarios de la noticia anteriormente citada, podrán confirmar aquello de lo que hablo.
Pero algo que no deja de sorprenderme es cuando esas críticas vienen de otras mujeres. Hace un año o tal vez algo más, en Twitter se llevo a cabo una campaña tan interesante como divertida de seguir, con el hashtag #agradeceaunafeminista, muchas mujeres del mundo nos permitimos agradecer a todas aquellas que dedicaron su vida a conseguir que las mujeres tuvieran igualdad de derechos, oportunidades y responsabilidades; con ello se fueron enumerado una serie de reivindicaciones y derechos que a lo largo de la historia se han conseguido a través de la lucha, organización y movilización de diversos grupos de mujeres, cada uno de éstos con las particularidades que su espacio-tiempo les iría determinando.
Lo que pasa es que -y esto permítanme reprocharlo como la profesora de historia que soy- uno de los principales papeles de la historia, que es el de conocer de donde venimos y el porqué (antecedentes y causas) se ha ido perdiendo en cada momento, muy a conveniencia de aquellas personas a las que no les interesa que recordemos, que tengamos presente ‘de donde venimos’, tal vez porque eso nos ayudara a encontrar más fácil el ‘a donde vamos’.
Pues así es, muchas parecen olvidar que para que ellas disfruten de ciertas cosas que hoy les parecen tan normales, unas mujeres algún día tuvieron que decir “basta”, algunas se atrevieron a desafiar las preexistentes estructuras de poder y dijeron “ya no más, no es eso lo que queremos”, otras tuvieron que negarse a continuar con aquellas imposiciones históricas y otras muchas aun lo siguen haciendo porque aun no lo han conseguido.
Hay otras tantas que van de listas y que sabiendo que se han beneficiado al máximo de todo aquello conseguido por las anteriores, utilizan sus privilegiados puestos de poder para desprestigiar a quienes seguimos en esa tarea, pero este seguramente será tema de otro post y para eso hoy prefiero dejarles el articulo de Mar Esquembre “No soy feminista, pero que bien me aprovecho” escrito para el contexto español, pero muy aplicable para cualquier lugar del mundo, o tal vez no cualquiera.
El caso es que todas y cada una de las mujeres que se suman de manera tan particular al derroche de críticas sobre el feminismo y las personas que lo representan, deberían detenerse a pensar por un momento en que para que hoy gocen de ciertos derechos como el poder conducir un vehículo, comprar una vivienda de su propiedad, trabajar y administrar su salario, salir a la calle solas, escoger libremente desde la ropa que se ponen hasta con quien deciden casarse o no casarse también como opción, o simplemente el saber escribir y leer, para entender este escrito como lo dice claramente María Jesús Méndez en “Ni machista, ni ¿feminista?”, muchas de esas feministas a las que critican, se han dejado, se están dejando y se dejaran más que la piel en conseguirlo, porque ha valido y seguirá valiendo la pena.